Durante la primera mitad del 2020, la pandemia de coronavirus provocó una caída de cerca del 3% en los valores del comercio mundial. El COVID-19 fue el responsable de la mayor contracción económica desde la Segunda Guerra Mundial, afectando a todas las industrias, desde las finanzas hasta la hotelería.
De acuerdo con datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, las previsiones apuntan a que los volúmenes comerciales disminuirán aún más después de 2021, a tasas que podrían caer en un 17% para 2024.
En medio de este sombrío escenario se mantiene firme una industria que ha contribuido considerablemente al combate contra el virus: la industria textil.
La industria textil también encaja el golpe
La manufactura de textiles para ropa u otros usos ya enfrentaba retos antes de que el mundo entrara en un terreno totalmente desconocido. Cambios en la demanda de los consumidores, cambios en la producción y en la cadena de suministro, etc. Pero nada como lo que supone estar inmerso en una pandemia de COVID-19.
La llegada del virus al mundo creó una crisis sin precedentes también para la industria textil. Desde las empresas que producen el insumo, o las que diseñan el producto final, hasta las que se especializan en la fabricación de prendas de vestir. Una cadena de suministro ágil y bien construida podría haber protegido a algunos actores de la industria del impacto inicial.
Pero a medida que el virus traspasaba continentes, muy pocos actores se han librado de sentirlo. En tiempos de adversidad, parecería sencillo para muchas empresas presionar el botón del pánico, tomar medidas drásticas, o buscar oportunidades de ganancias rápidas.
El hecho es que para algunas pocas empresas comprometidas, las ganancias se han convertido en algo secundario. Los fabricantes de la industria que aprovechan los momentos complicados para sumar y extender su mano a los demás, tendrán un pronóstico mucho mejor incluso después de la crisis.
La relevancia de GK durante la pandemia
Cuando la pandemia comenzaba a afianzarse no solo en Honduras, sino también en Guatemala, GK, uno de los mayores fabricantes de textiles de la región, se adentraba en un territorio completamente desconocido, cambiando su estrategia de negocio y llevando a cabo la producción y donación de mascarillas reutilizables.
Parece lógico que una cadena de producción de textiles pueda adaptarse para producir mascarillas u otros insumos de tela relevantes para el personal médico o la población, pero no es fácil llevarlo a cabo con rapidez, y es un hecho que no todas las empresas de textiles lo hicieron.
Cuando aún existía incertidumbre en torno a las vacunas y su efectividad, el Grupo demostró la capacidad de una respuesta oportuna a la desesperada escasez de mascarillas inicial, y además lo hizo manteniendo a sus colaboradores en sus puestos de trabajo al tiempo que creaba valores para la comunidad en general.
La empatía y la lealtad producen recompensas a largo plazo. En tiempos de crisis puede resultar tentador hacer promesas extravagantes cuando las mascarillas, o cualquier bien, se convierten de repente en algo codiciado o escaso. Pero GK ha demostrado que al menos en su casa la ética sigue siendo importante en los negocios.
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